La competencia es justa

234 comentarios / Política / Por Santiago Roussineau

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En su obra “La riqueza de las naciones”, Adam Smith planteó las bases del crecimiento del mundo moderno mediante las ilustraciones de la fábrica de alfileres (demostrando que la división del trabajo produce rendimientos crecientes) y la mano invisible (probando que los intercambios voluntarios y el orden espontáneo son perfectamente viables).

Adam Smith, padre del liberalismo económico

En función de todo esto, el competidor, según Adam Smith, tendrá que adaptarse a los precios vigentes en el mercado elegido.

Para poder sobrevivir, sus costos de producción deben ser inferiores a dichos precios, consiguiendo de esa forma tener cierto margen de ganancia. Por el contrario, si se enfrentara a pérdidas durante mucho tiempo, terminaría en la quiebra.

¿Qué quiere decir todo esto? Que el efecto de la competencia es constantemente quitar la producción de los menos eficientes para pasársela a los más competentes.

No sólo eso, sino que la competencia, en un sistema capitalista busca mejorar un producto específico.

Esto se puede ver en la calidad de vida desde la creación del capitalismo, cuyo efecto ha sido mejorar notablemente las comodidades vitales y el bienestar material. Dicho en otras palabras, la competencia es un estímulo para el mejoramiento e innovación.

En síntesis, la competencia favorece al más eficiente, promueve una mejor relación calidad-precio de los bienes y servicios, y mejora exponencialmente la productividad e innovación tecnológica.

¿Por qué dicen que la competencia es mala?

Sin embargo, si tan notables son los efectos de la competencia para mejorar la calidad de vida, ¿por qué actualmente se la toma como algo “malo”, “injusto” y “salvaje” en el mundo moderno?

Sigamos el siguiente ejemplo:

Marta es una señora de un pueblo que desde siempre se ha encargado de mantener su almacén. La gente de la zona la conoce, y también es parte de su mercado cotidiano. Pero, cierto día, se corre el rumor de que una cadena de supermercados va a poner su propia central en el mismo pueblo en el que vive Marta. Y los rumores se cumplen: la cadena pone su gran negocio. Por lo tanto, ahora Marta tiene que competir con el supermercado.

Pero recordemos que en el capitalismo, el poder lo tiene la gente común: lo tiene la demanda. Ellos son los que deciden quién se hará rico o pobre, porque todo se realiza mediante intercambios voluntarios.

En ningún momento aparecen los medios reguladores y coercitivos del Estado para monopolizar el mercado.

Esto, a su vez, favorece a la gente de pueblo. ¿Por qué? Porque ahora tienen más posibilidades para ejercer su poder de demanda, y a su vez, más cantidad de productos para elegir, a diferentes precios. Por lo tanto, la competencia es justa, ya que todos los intercambios se realizan de manera voluntaria.

Pero estas situaciones son tomadas por los políticos para hacer populismo, y apelan a los sentimentalismos para poder robar la mayor cantidad de votos posibles.

La competencia siempre es justa

Puede que alguien diga: “Bueno, pero no en todos los casos la competencia es justa, sino miren el ejemplo histórico de los locales ‘todo por dos pesos’, y cómo arruinaron a las empresas nacionales”. Bien, pues este caso no se da en un marco de libre mercado puro.

Las empresas chinas de aquel entonces sufrían pérdidas al vender los productos a precios extremadamente bajos, pero no caían en quiebra porque eran financiados por el Estado chino.

Por esto se ve arruinado el libre mercado: por la participación estatal en la economía.

¿Qué podría haber hecho Argentina ante está situación?

Personalmente, yo justificaría dos medidas:

La Argentina podría haber impuesto más regulaciones a las entradas chinas, porque el libre mercado sólo es próspero si es recíproco, a la par de seguir financiando la industria nacional.
La medida más sensata era la de buscar tratados de libre comercio con China, porque esto da paso a liberalizar el mercado, y como hemos probado, esto favorece directamente a la gente de a pie.

Podemos afirmar, entonces, que la frase “capitalismo salvaje” es totalmente falsa.

El capitalismo es el único sistema en el que todos los intercambios y acciones son de forma voluntaria y están en manos de la gente común.

En este sistema, de carácter liberal, no hay forma de que el Estado use sus medios coercitivos para favorecer a unos y monopolizar injustamente los mercados. Y, de hecho, tampoco habría lugar para la corrupción en las empresas, porque los empresaurios (término despectivo para los empresarios que hacen acuerdos injustos con la corporación estatal) no tendrían nada para ganar si el Estado no se lo ofreciese.

La corrupción está completa y directamente relacionada con la existencia del Estado.

Pequeña reflexión

Y si falta un ejemplo de hoy en día, les pregunto: ¿Por qué la gente va a comprar zapatillas, teléfonos, electrodomésticos, y demás bienes a países como Chile o Estados Unidos, y no los compra dentro de Argentina? Porque justamente, la competencia de precios favorece al consumidor, y ellos son libres para ejercer su demanda al más competente.